No ha podido ser, la montaña, a la que Alberto Zerain acudió con pasión durante toda su vida, lo ha reclamado definitivamente para sí. Nuestro compañero y amigo descansa ahora en lugar bello como pocos, la impresionante arista Mazeno del Nanga Parbat, la más larga y una de las más elegantes que pueden encontrarse en los ochomiles; un filo al que sólo unos pocos elegidos, como él, han tenido el privilegio de poder acercarse.